Estamos ante un momento de cambio en los modelos de gestión hospitalaria, donde se vende la eficiencia y el ahorro como excusa para la privatización de servicios, confundiendo a los ciudadanos, a los cuales ni se informa adecuadamente ni se pide opinión, a pesar de ser los auténticos dueños del sistema sanitario.

Recordemos las experiencias existentes en nuestro país sobre privatizaciones ya realizadas o con sistemas de participación público-privadas en la gestión de la Sanidad.

Hospital de Alzira. Primer hospital con gestión público-privada y modelo a seguir por algunos partidarios de este modelo. Precisó un rescate público de 69 millonesde euros cuatro años después de su apertura.

Comunidad de Madrid. La gestión privada ha supuesto un sobrecoste de 11 euros por persona/año y 257.891 euros más por cama/año.

El paradigma de la privatización fueron las lavanderías hospitalarias. Después de externalizar los servicios de lavado, planchado y costura, sale un 50% más caro que las lavanderías industriales hospitalarias y un 65% más caro el lavado del kilogramo de ropa que lo que nos cuesta lavar nuestra ropa de casa en nuestras lavadoras. Cuando se externaliza-privatiza un servicio, pagamos a la empresa adjudicataria el coste del servicio, los salarios de los trabajadores y el beneficio empresarial (que no es poco). ¿Creen que va a salir más barato? ¿Piensan que el ahorro es el fin?

Según la Comisión Nacional de la Competencia (CNC), desde 1997 la participación en los concursos de externalización de servicios hospitalarios ha sido “alarmantemente reducida”; en la mayoría de los concursos sólo se presentaba un “único candidato”.

¿Qué ocurre? Pues que las concesiones están hechas a medida de algún amigo para que él sea el beneficiario. Pero lo preocupante es que estar en manos de una sola concesionaria conduce irremediablemente a una calidad inadecuada de los servicios, como ocurre con las toneladas de ropa mal lavada o que rompen o pierden y a un encarecimiento del coste innecesario de la prestación, por mejoras técnicas o cualquier otra excusa que permita subir el precio de la concesión.

Si todo esto lo trasladamos a la totalidad de la cartera de servicios de un hospital, nos daremos cuenta de que privatizar encarece las prestaciones que recibimos, que se pierde el control de nuestra Sanidad, que se desmantela y que la calidad se verá mermada para mejorar los dividendos de las empresas.

Nuestra salud tiene que ser más importante que sus beneficios.


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