Uno de los campos donde existe mayor corrupción, tráfico de influencias, conflictos de intereses y gestión interesada es en sanidad. Ahora, con los “pelotazos” que se descubren de los comisionistas sin escrúpulos con la venta de mascarillas en lo peor de la pandemia y de su relación con las diferentes administraciones autonómicas, aflora esa corrupción, que lleva instalada en la administración sanitaria mucho tiempo.
Nuestros hospitales son un nido de serpientes. Las ingentes cantidades de dinero que se mueven en suministros, productos tecnológicos, en farmacia, en externalizaciones de limpieza, mantenimiento general y electromédico, en mil concursos para adjudicar contratos millonarios de obras, de externalizaciones para asistencia sanitaria y un sinfín de cuestiones que movilizan millones de euros hacia empresas que realizan esos tipos de negocio, hacen que éstas estén al acecho y dispuestas, en muchos casos, a comprar voluntades. Y para eso es necesaria la participación de profesionales con la capacidad de decidir a quién se compra, se adjudica o se contrata y que estén dispuestos a caer en la tentación por múltiples intereses, que van de lo personal a lo político.
A pesar de la normativa y los controles para evitar, en lo posible la corruptela, esta se produce sin rubor alguno. La ley prohíbe trocear contratos grandes para adjudicar a dedo a una determinada empresa y evitar la transparencia, competencia de más empresas, reglas claras y concisas para adjudicar el contrato y se sigue haciendo como forma clásica de corrupción, incluso con la claridad que la Ley de Contratos en su Art. 118 prohíbe contratar suministros y servicios por más de 15.000€ con una misma empresa y un tope de 40.000€ en obras. Retuercen la ley para adjudicar a dedo miles de contratos a empresas concretas por interés.
Los interesados conocen muy bien las triquiñuelas para saltarse la ley que, además, se esconde por la nula transparencia de los expedientes, que deberían publicarse en su totalidad justificando que una adjudicación a una empresa no es un fraccionamiento de un contrato, sino que son cuestiones diferentes. Nunca se hace.
Esto es tan escandaloso, también tan habitual, que parece lo normal y lo correcto. Es necesario destapar estas situaciones, estas corrupciones y a sus responsables que saben que es muy complicado, por la dificultad de acceder a todos los contratos, lo farragoso de entenderlos si no eres un experto y estás habituado a hacerlo y porque evitan hacer público lo que puede complicarles el negocio.
No todo queda aquí, a nivel de productos médicos y tecnológicos se producen corruptelas con “mordidas” de diferentes formas a los profesionales que deciden que comprar y utilizar en su práctica profesional. Eso da para otro artículo.


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