No es difícil darse cuenta de la repercusión que tendrá sobre el sistema de salud una Atención Primaria desprotegida, desmantelada, descapitalizada en recursos humanos y materiales. Ha dado comienzo el efecto dominó.

Todos hemos visto o incluso hemos realizado algún pequeño circuito con  fichas de dominó, puestas de pie en una hilera con espacios idénticos entre ellas, de tal forma que al empujar la primera ficha, ésta empuja a la siguiente y así sucesivamente hasta que cae la última. Es “el efecto dominó”.

Seguro que les resultan familiares  algunas de las siguientes citas:

” Llevo días con un dolor en el costado y no me dan cita en el centro de salud”.

”Se cierra el consultorio local del pueblo. Los vecinos deberán pedir consulta telefónica o acudir a su centro de referencia. Tengo 87 años y no tengo medio para desplazarme”.

”Se reduce la atención médica y de enfermería. Sólo acudirán los profesionales bajo demanda al pueblo que lo solicite en horario estipulado de martes y jueves, de 10 a 11”.

” Por falta de sustituto y enfermedad del titular, se anulan las citas y las consultas en este centro hasta nueva orden. Acudan al centro más cercano en caso de urgencias”

Es la primera ficha. Estas citas son el impulso que necesita nuestro dominó para empezar su recorrido, el deterioro de la Atención Primaria en el medio rural y urbano. La población española es fundamentalmente mayor de 65 años con un gran número de octogenarios, con enfermedades crónicas, muchos de ellos enfermos pluripatológicos que necesitan de un control y cuidados para evitar recaídas y tenerlos que hospitalizar. El trabajo de cuidar a estos pacientes, que se realiza desde la atención primaria, es fundamental, así como los programas de prevención y promoción de la salud. Empujar esta ficha implica que las sucesivas fichas van cayendo. Los pacientes se descontrolan de sus enfermedades, empeoran, requieren una atención más especializada e incluso la hospitalización. Ante un dolor o un síntoma que alarma al paciente, éste  acude a urgencias cansado de esperar que le citen en su centro de salud, cuya demora supera los diez días.

Al final cae la última ficha. Las urgencias saturadas y los pacientes esperan interminables horas para unos resultados. Los pasillos repletos de camillas de pacientes que esperan una cama para su ingreso, imposible de realizar porque el hospital está completo. Las listas de espera se disparan para las consultas con especialistas, para las pruebas diagnósticas y para intervenciones quirúrgicas. El sistema está colapsado.

No sé si hay solución ya. Tengo mis dudas. Pero seguir igual, sin reforzar la Atención Primaria reconociendo su importancia, no es una opción. No se piensen que la sanidad privada va a solucionar esto. Ahora mismo con el aumento espectacular de seguros privados y la demanda que tienen, están comenzando con sus demoras. Ahora no son alarmantes pero lo serán. Sólo existe una solución: Evitar que la población enferme con promoción y prevención de la salud, así como el control de las enfermedades crónicas con cuidados de enfermería a estos pacientes en su mayoría ancianos.

La sanidad es un pozo sin fondo, con presupuestos cada vez mayores pero mal invertidos. Interesa la persona enferma, no la sana. Interesa curar más que prevenir y eso las compañías tecnológicas y farmacéuticas lo saben. Nos van a llevar a la ruina con nuestra connivencia. Pero esto da para otra columna de opinión.


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